Un día, nos enteramos de la muerte de la abuela de una amiga y colaboradora originaria de zinacantán, fuimos a su funeral; tras caminar algunas horas por la carretera empinada acompañando el cuerpo junto con familiares y amigos, llegamos al panteón donde el alma se desprende.
Entre música creada por los hombres, guitarras, violines y cantos; las mujeres preparaban caldo de gallina, y mostraban los huipiles de la difunta.
Al enterrar su cuerpo, los huipiles fueron enterrados con ella, sus familiares más cercanos, lloraban y la despedían gritando “mel chij, mel chij”, que en español significa abuelita borrego.
La despedían como abuelita borrego por ser tan unida a sus borregos por el vínculo que había creado con ellos;uno de sus borregos murió unas semanas antes que ella; su co-esencia animal se desprendía para después encontrarse en un mundo no terrenal.